En Paddy’s Irish Pub nos sentimos muy orgullosos de formar parte del Cusco. A lo largo de estos más de 20 años ubicados en la Plaza de Armas de esta bonita ciudad hemos sido testimonios de cómo se han mantenido y perpetuado las más hermosas tradiciones. Una de ellas, la cual se puede contemplar año tras año desde nuestro acogedor pub, es el Santurantikuy, celebrado el 24 de diciembre. Esta pintoresca feria navideña se originó durante el siglo XVI, años en los que se inició la venta de «arcones» para las familias nobles, los monasterios y los conventos de Cusco.
El Santurantikuy es una mezcla de palabras españolas y quechuas que se traduce como “Venta de Santos”, y, al igual que su nombre, también es un complejo proceso de síntesis de la cultura andina y la europea. Una creación española de la época colonial impuesta con el fin de evangelizar a los indígenas peruanos. A pesar de la imposición católica, los andinos no olvidaron nunca sus tradiciones religiosas. La naturaleza, para ellos, tenía sus propias representaciones espirituales: el Apu, espíritu del cerro; la Pachamama, la tierra; y el Inti, el Sol como divino hacedor.
En esta hermosa feria tradicional cusqueña, el Santo que se lleva todo el protagonismo, el más popular y el que se puede encontrar en más puestos, es el Niño Manuelito, ni más ni menos que el Niño Jesús. El nombre de Manuelito nació de la tierna variación de Emmanuel, como también es conocido el Niño Jesús según la tradición católica. En el Perú pasó a castellanizarse como Manuel. Los cusqueños de la época adoptaron como suyo el concepto de Niño Manuelito vistiéndolo de rey inca, práctica que iniciaron los jesuitas y que desató la indignación de la iglesia católica.
El diseño más conocido y valorado es el de Antonio Olave Palomino. El artista cusqueño se inspiró en la historia del pastor Q’alito, una tradición oral de Vilcabamba que escuchó en 1975. Q’alito era un niño pastor al que le gustaba jugar con otros pastores. Un día, uno de esos niños rompió en llanto porque una espina se le había incrustado en el pie. Q’alito, al ver al niño llorar, se clavó una espina en el pie y le dijo al otro niño: “No llores, yo también tengo otra espina”. La historia llegó a los oídos del artista, quien confeccionó el Niño Manuelito de La Espina por primera vez hace ya más de 40 años. Esta figura es tan importante para los ciudadanos cusqueños que cada año se acostumbra a comprar ropa nueva para adornarlo.
Además de esta popular figura, artesanos de todo el departamento llegan a la ciudad imperial para vender los productos en los que han estado trabajando durante todo el año: figuritas de barro cocido de todos los tamaños y formas para que los ciudadanos puedan armar un bonito nacimiento. Asimismo, también son comunes las miniaturas de objetos que uno desea tener en la realidad —carros, casas, dinero…—, figuritas conocidas con el nombre de “ilusiones”.
Para complementar la venta de las artesanías, no podría faltar la comida más tradicional. En el Santurantikuy los visitantes encontrarán golosinas típicas, dulces artesanales, chicha de jora, pan andino, chicharrón y algunos de los platos más famosos de la cocina cusqueña. Una de las tradiciones gastronómicas más populares en estas fechas es el sabroso ponche caliente, una bebida típica de Cusco hecha con diferentes cereales y pisco.
Esta hermosa feria navideña fue proclamada patrimonio cultural de la nación peruana el 22 de setiembre del 2009 por ser una de las expresiones culturales más llamativas que haya dejado el catolicismo en la región andina del Perú. Si has decidido pasar tus navidades en Cusco, no puedes dejar de visitar esta bonita feria donde podrás sumergirte de lleno en una de las tradiciones navideñas más antiguas de esta histórica ciudad.
Escribe: Curro Martinez Moreno