Los principales templos del Cusco, nos permiten apreciar distintas piezas de arte del periodo conocido como Barroco Andino entre los siglos XVII y XVIII. Durante esta etapa, el Virreinato del Perú, protagonizaba un auge económico, fruto de la explotación de las minas de plata de Potosí, a su vez, infierno vivo para muchos de los pueblos sometidos tras la invasión española. El corredor comercial entre La Paz y Cusco, fue un espacio también de intercambio artístico, para -al mismo tiempo- erigir una concepción creativa, simbólica, religiosa y cultural sin precedentes, conocida como la Escuela de Pintura Cusqueña.
“De gran arraigo en la pintura andina, desde el norte de Perú hasta Argentina, fue el tema angelical… La iconografía del ángel en la pintura mestiza, proviene de los grabados de la serie de Wierix de los Siete Arcángeles de Palermo. Sin embargo, el tema se reinterpreta en América, pues en Europa, un ángel nunca aparece armado con arcabuz. El tema, aunque no es exclusivo de la pintura cusqueña, pues aparece también en Ecuador y Colombia, tiene en Cuzco, un desarrollo espectacular”.
El apunte de Javier Francisco Pizarro Gómez, es claro. Si bien la biblia brinda marcadas diferencias y jerarquía entre los ángeles y arcángeles, debemos reconocer que para la Escuela de Pintura Cusqueña se adhieren otras características contextualizadas y reinterpretadas en el Mundo Andino. Gracias a los cuadros angelicales, podemos ser testigos de una vida social quebrada por la barbarie de la conquista, y donde ante la imposibilidad de rehacer su mundo tan complejo y tan frágil, se emprendió en la práctica, espontáneamente y sin pregonar planes ni proyectos, la reconstrucción o re-creación de diferentes símbolos de su civilización paralelamente a la civilización europea.
Pavel Ugarte / Poesía Peruana