La Iglesia de San Pedro Apóstol, se encuentra en la provincia de Quispicanchi y en el corazón de Andahuaylillas en su plaza principal orlada de árboles de Pisonay. La Ruta de Sol, se orienta desde el Cusco a tan solo 40 km en el conocido Valle Sur. Al presente, sigue la trayectoria del Qhapac Ñan (o sistema Vial Andino) camino que llevaba Collasuyo y ahora directamente a Puno. Popularmente, a esta iglesia de fines del siglo XVI se le conoce como “la Capilla Sixtina de América”, debido a las invaluables obras de arte religioso que alberga la edificación.
Andahuaylillas es un pequeño pueblo de valle interandino con campiña, frutales y cultivos tradicionales como maíz y hortalizas. Recientes prospecciones arqueológicas, evidencian que fue un asentamiento inca de gran importancia. Durante el Virreinato, se asentaron terratenientes españoles y se ubicó como un punto de control para quienes transitaban la ruta con fines comerciales. Ya en la República, el distrito fue creado mediante Ley del 2 de enero de 1857, durante el gobierno del presidente Ramón Castilla.
La iglesia, que desde fuera llama poderosamente la atención por su sencillez y belleza, se erige sobre una plataforma a la que se accede mediante gradas que posiblemente fueron andenes. Como muchos templos andinos, cuenta con una capilla abierta en forma de balcón, custodiada por un sólido campanario de maciza planta cuadrada. Desde el atrio, tres cruces de piedra te dan la bienvenida. Posiblemente, fue erigida sobre el emplazamiento de una construcción prehispánica, conocida como waka o adoratorio, en vista de que al interior yacen rastros de murales incaicos.
Al ingresar al templo, las grandes paredes detentan tallas de pan de oro y pinturas coloniales. Uno de estos murales, lo firma Luis de Riaño con la fecha de 1626 lo cual no hace suponer que se empezó a construir a finales del siglo XVI. Dichas pinturas murales, fueron encargadas por quien entonces era el párroco regente, Juan Pérez Bocanegra, a quien se le atribuye la primera obra polifónica vocal, compuesta en todo el continente americano, con letra mayoritariamente escrita en quechua: “El Hanaq Pacha Kusikuynin o Alegría del Cielo”. Por ello, el órgano que acompañaba las homilías durante siglos fue restaurado a principios de la década pasada por el Programa Repsol para el Rescate de la Música Latinoamericana.
Se trata de un templo consagrado bajo la advocación de San Pedro, aunque el altar principal lo preside la Virgen del Rosario. Los Jesuitas, la tuvieron a su cargo en el período 1628 – 1636 exponiendo un sobrio estilo exterior de factura renacentista popular. Al interior, apreciaremos la muestra más esplendorosa del barroco andino de la época. Lo ornamental, busca imponerse sobre el espectador y no es difícil hacerse a la idea de las multitudes indígenas que visitaron y ofrendaron sus oraciones recién convertidas al cristianismo en esta iglesia.
Uno de los detalles curiosos de este templo, se halla en el baptisterio. El arco que le da acceso tiene la inscripción: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén” en latín, español, quechua, aimara y puquina. Tal evidencia, nos permite aseverar que fue también un centro de traducción de las lenguas indígenas de la Arquidiócesis del Cusco.
Pavel Ugarte Céspedes.